lunes, 27 de octubre de 2008

La Ronda VI: Qué país hace la mejor cerveza?

En esta ocasión el motivo de La Ronda es propuesto por Carls, de “El Universo de la Cerveza” y se titula “¿Qué país hace la mejor cerveza?”. Más precisamente, las preguntas que se hace Carlos son: ¿Qué País hace las mejores cervezas?, ¿Por qué lo piensas? y ¿Cuáles son las tres que más te gustan de dicho país?

Ésta, como la mayoría de las preguntas que nos hacemos en La Ronda, es para mí muy difícil de contestar. Por dos razones, por la limitada cantidad de cervezas que uno ha tomado de otros países y, porque uno encuentra cosas para destacar dentro de cada escuela.

Para comenzar el análisis por algún lado, voy a dividir la escena cervecera mundial en 3 “escuelas”: la Centroeuropea (principales exponentes Chequía y Alemania), la Británica (sobre todo representada por Inglaterra y, en un lejano segundo lugar, Escocia) y por último la escuela Belga. A continuación voy a hacer una breve reseña de cada escuela, que puntos fuertes veo, que puntos juzgo como débiles y ejemplos comerciales de cada una. La idea es al final de ésta recapitulación elegir alguna de las “escuelas” como la favorita de la casa.

Escuela Centroeuropea. Desde mí punto de vista creo que una de las características salientes de esta escuela es la calidad técnica con la que se ejecutan las cervezas pertenecientes a este grupo. Se trata, en general, de cervezas prístinas, balanceadas y muy equilibradas. Esto es meritorio si tenemos en cuenta que, la mayoría de las veces, éstas cervezas se realizan empleando técnicas mas complejas que el resto de las otras tradiciones cerveceras (por ejemplo la maceración por decocción). Entonces, las virtudes que veo en este caso son: ejecución impecable, consistencia y balance. Por otro lado, la “formalidad” excesiva lleva a veces a la creación de cervezas demasiado predecibles y repetitivas. Un factor no menor que lleva a esto es la famosa “Ley de la Pureza”. Esta famosa disposición con la que nos viven machacando cerveceros de todo tipo y tamaño, hace las veces de “corset” e impide que haya una necesaria innovación. A modo de ejemplos comerciales, creo que son representativas las lagers doradas (Pilsners como Bitburger y Jever o Helles como la Weinhenstphaner o Paulaner), las bocks (como la Salvator y la Celebrator), las Octoberfest (como la Spaten) y las Altbier (que a pesar de ser ales son sumamente “prístinas”, como la Uerige), entre otras. Las cervezas de trigo (Weizen y Hefeweizens) se alejan un poco de la norma, ya que son un poco más “vividas” desde mi punto de vista, aunque son ejecutadas de la misma impecable manera. Por el lado de Chequia, no tengo demasiada experiencia, pero de lo que he probado destaco la Pilsner Urquell (en lata se disfruta mejor por éstas latitudes) y la estatal Budweiser (la original, no la infame estadounidense).




Escuela Británica. Separar la tradición cervecera británica de la institución del pub es imposible y se pierde su esencia. Las cervezas británicas están hechas para beberse de a pintas (he presenciado sesiones de más de 7 pintas por persona). Son cervezas livianas, pero llenas de sabor, para acompañar la charla. No buscan resaltar, pero a la vez rebosan de personalidad. Tal vez la virtud que más admiro en los maestros cerveceros ingleses es el “sabor” que logran extraer a mostos de tan baja densidad (me animaría a decir que por lo menos el 80% de la cerveza producida en el Reino Unido no supera los 4,5 grados de alcohol). Esto permite que uno pueda disfrutar varias pintas de su cerveza preferida sin perder su capacidad de mantener una charla medianamente coherente, reforzando la propiedad de “lubricante social” que se le atribuye a la cerveza. Otro factor que hace de la cerveza británica algo tan especial es el método de servirla. Ya sea mediante las “handpumps” o por gravedad (“stillage”), es de esas maneras tradicionales donde las cervezas de las islas brillan en todo su esplendor y sin paralelo. Quizás esta “afabilidad” de los estilos ingleses se logra sacrificando la posibilidad de hacer estilos estridentes, fuertes y mas “jugados”, tendencia que de a poco algunos cerveceros de esas tierras buscan revertir. Los estilos británicos abarcan un espectro muy amplio y apasionante, desde las oscuras porters y stouts hasta las maltosas y tradicionales bitters; desde las apacibles y humildes milds hasta las brillantes y altamente lupuladas golden ales. Personalmente disfruto mucho de los productos de cervecerías como Fullers (mis preferidas son la ESB y la London Porter), Youngs (si bien la bitter no es gran cosa, la Special London Ale es un delicioso ejemplar de IPA inglesa, lo mismo la Oatmeal Stout). Más difíciles de conseguir, pero muy recomendables son todos los productos de la cervecería Dark Star (una de sus famosas creaciones es la Hophead, una golden bitter muy cítrica y llena de sabor con tan solo 3.8% de alcohol).






Escuela Belga. La escuela belga es la más “diferente” desde mi punto de vista pero a la vez la que se hace más difícil de definir, debido a la falta de homogeneidad en sus filas. Paradójicamente esto a su vez, para mí, es una de sus mayores virtudes. Las cervezas belgas son extremadamente idiosincráticas, fiel reflejo de maestros cerveceros que están más cerca de ser artistas que técnicos. Los maestros cerveceros belgas son famosos por su creatividad, por recurrir a cualquier cantidad de ingredientes sin ningún tipo de pruritos y por ser muy celosos (en la mayoría de los casos) de sus secretos. Una de las evidencias de la amplitud de sensaciones que las cervezas elaboradas en Bélgica ofrecen es que debe ser la escuela que más “estilos” ha generado y sin embargo, presenta un sinnúmero de casos de muy difícil clasificación y que son prácticamente estilos en si mismos. El defecto que le encuentro a esta escuela es que, debido a la gran “informalidad” que la caracteriza, a veces la consistencia se resiente un poco, y uno se puede encontrar con productos defectuosos. En cuanto a los estilos propios de está región son muchos, pero destacan las ales fuertes doradas (como Duvel), las ales fuertes oscuras (como la famosísima Westvleteren 12 o la Golden Carolus), las famosas cervezas trapenses (mis preferidas son las de Westmalle y Rochefort), las Saisons (como la Moinette), las Lambics (Cantillon, Girardin). Hay cervezas que son estilos en sí mismas, como la Rodenbach Gran Cru o la Orval, también hay cervecerías únicas con un portafolio de productos excepcionales, como mis favoritas Dupont y De Dolle Browers (la Stille Nacht es una de las mejores y más complejas cervezas que he probado).






Mi preferida: la escuela Estadounidense. Así es, creo que la actualidad del movimiento cervecero de EE.UU. consolida lo mejor de cada una de las diferentes escuelas. Hoy en estados unidos se pueden encontrar excelentes lagers al estilo centroeuropeo (la Samuel Adams, Victory Prima Pils), tienen cervecerías que replican muy bien estilos británicos (Bridgeport, Full Sail) y hasta se dan el lujo de tener cervecerías que producen toda una gama de productos de muy alta calidad inspirados en la tradición belga (Ommegang, Allagash, Jolly Pumkin, entre otras). Es decir, creo que hoy en día la cerveza artesanal en Estados Unidos cuenta con productos de una muy buena calidad técnica, consistentes, con una amplia variedad de estilos y con una gran capacidad de creación y superación. Hoy en día hay más de 1.500 cervecerías en el gran país del norte entre industriales, regionales, micro cervecerías y brewpubs. Otra virtud, más personal, es que los americanos destacan en dos de mis estilos preferidos: American Pale Ale (“APA”) e India Pale Ale (“IPA”), estilos en los que demuestran su mundialmente conocido amor por los lúpulos, sobre todos los lúpulos autóctonos, que destacan por sus notas cítricas y resinosas, que algunos encuentran rusticas pero que otros adoramos. Puntualmente de éstos estilos disfruto mucho de dos de los exponentes más conocidos, la Sierra Nevada Pale Ale y la Anchor Liberty Ale.



jueves, 16 de octubre de 2008

Cusqueña

Bueno, siguiendo con el tema de ser el que “sabe de cerveza”, mi vieja volvió (encantada) días atrás de un viaje a Perú. Más precisamente a Cuzco y Machu Pichu. Entre las predecibles cosas que trajo para la familia (tejidos, remeras, cerámica, etc…) ligué una lata de Cusqueña, que se la vendieron como “la cerveza de los incas”. La Cusqueña es elaborada en Arequipa por la Cervecería del Sur de Perú (Grupo Bavaria).


Realmente no tenía demasiadas expectativas puestas en ésta cerveza, ya que las cervezas industriales no conocen fronteras, son todas iguales. Por eso, días atrás, luego de salir a correr un poco, opté por la Cusqueña como una opción refrescante.

La cerveza presenta un color dorado, con una muy breve espuma blanca. El aroma es bastante similar a las demás cervezas industriales, pero con una muy pequeña nota herbal. E sabor no está tan mal, helada eso sí, pero casi se puede percibir una base de maltas y una casi agradable sensación de amargor. Final casi salado. El cuerpo es un poco más lleno que sus genéricas hermanas, más firme y hasta casi con un poco de sabor. Refrescante, eso sí.


Como conclusión general podría decir que, si bien deja mucho que desear, me pareció un poquito más arriba que el resto de las cervezas industriales. No sé si habrá influido la corrida previa, pero fue hasta casi una experiencia satisfactoria.